Mientras plancho, me vienen a la cabeza mil y un planes excelentes que hacer en ese mismo momento. Todos serán geniales y, en cualquier caso, tremendamente más divertidos que planchar. Risas por doquier, buen ambiente con tus vecinos, un domingo en familia… Y recuerdo que alguien me comentó que en un bar de por aquí iban a hacer una especie de «oktoberfest».

Para justificarme un poco más recuerdo que en alguna parte oí que los ingleses votan entre semana -no sé cierto si miércoles o jueves- porque si es en fin de semana aprovecharían para ir al bar y ponerse ciegos como atunes. Y lo uno a que hoy hay -o no hay- unas elecciones -o no elecciones- en Cataluña, de la que llevan hablando desde no sé cuándo, y ya estoy saturado. Me confraternizo con ellos (los ingleses), para que no piense nadie que son ellos unos tal o unos cual cuando hay elecciones.

«¿Todo el día escuchando ese tema? ¿Y lo que queda de semana/mes/año?¿Una fiesta el mismo día?¿Domingo?¿La plancha no se termina?…». El Universo me lo estaba poniendo muy claro: sal con tu familia y disfruta de un día sin preocupaciones.

Con esa premisa, urdida en lo más interno cual secreto de Estado, convenzo sutilmente a mi familia para salir a pasear: «apagad la tele que nos vamos a tomar unas cañas».

Nos arreglamos y salimos hacia el sucedáneo del «oktoberfest». Todo lleno, mucha gente, y entre el ruido que generamos los españoles (con o sin elecciones) sólo se oyen risas. Va a ser un buen plan: las niñas jugarán con sus amigas, nos echaremos unas risas, tomaremos cerveza alemana -con mesura, por supuesto- y se hablarán de cosas banales que nada tengan que ver con trabajo, política o economía.

«Ponme dos cañas, pero de las alemanas, por favor». Aunque haya ruido, el camarero no te oiga, la gente moleste, la educación y el agradecimiento han de ser parte indisoluble de tus peticiones.

– ¡Coño, Juan! ¿Cómo tú por aquí?¿Has venido con la familia?

– Pues sí, y con Pedro, Antonio, José y Carlos (los nombres los pongo falsos, claro, no vaya a ser que lo lean y aún se mosqueen conmigo). Venid, estamos en aquella mesa, y así las niñas que jueguen, que hay un sitio allí para ellas.

«¡Jó, qué guay! Menos mal que hemos salido. Ya si eso termino la plancha mañana.»

– ¡Hostias David! Siéntate aquí.

Y antes de sentarme me preguntan por mi izquierda, con la voz que reconozco de Carlos: «¿Has visto la que se está liando (refiriéndose a Cataluña, a las elecciones y a las noticias)? Macho, tú que eres abogado y sabes de esto…

[hago un inciso para comentar estas frases que comienzan con el «tú que eres abogado y sabes/tienes que saber de esto». Bien, si eres médico y preguntas de algo que no es su especialidad (v.gr. a un traumatólogo le preguntas sobre las coronarias), o a un mecánico por el sistema eléctrico del coche, o a un ingeniero informático de windows sobre mejorar el núcleo kernel o que haga que tal elemento funcione en tu Ubuntu 14.0, tranquilamente pueden decirte: «esa no es mi materia» y todo el mundo lo entiende, respeta y sigue pensando que es un gran profesional. ¡Ay amigo! Como seas abogado, como se te ocurra decir «pues no sé realmente qué ni cómo han podido dictar esa condena a muerte en Texas» eres un mindundi, que como mucho sabrá llevar algunas multas de tráfico.]

…¿hasta qué punto es ilegal el referendum?»

A la mierda el «oktoberfest», el domingueo y la salida. Miras a tu alrededor por si es sólo mala suerte tuya, o si puedes escaparte a algún otro grupo para hablar sólo de chistes y reirte como estabas escuchando desde el coche. «Como pueda, les digo una chorrada o les doy la razón y me voy a otro grupo», pienso haciéndome ilusiones.

Y ves que ya nadie ríe, están hablando de «cosas serias» y «arreglando España», «la democracia», «el problema catalán» y hasta las disputas entre «USA y el ‘Quinjonun’ ese gordo que se parece al del chino de la esquina». A mayor número de cañas, más asentimientos de cabeza -y más rápidos y exagerados-, y más problemas mundiales resueltos.

Las niñas vienen a la mesa corriendo y armando escándalo. Unas enfadadas porque no le dejan jugar, otras llorando porque se han hecho daño, otras que se quieren ir a casa, otras una bola de la máquina…

Y aún esperan la respuesta. La mesa espera que les digas, de manera justificada, lo que quieren oir. En mi interior: «¿De verdad un tío con carrera y doctorado me pregunta esto? ¿Hasta qué punto? ¿De verdad? Pues hasta el punto base: o es legal o ilegal. Puede que haya algunos casos de «alegalidad», pero sólo si no estuviese regulado. Si está regulado, o es legal, o ilegal.»

– Hasta el fin.- les digo.

– Pero, ¿y eso que dicen de la autodeterminación? Porque eso ya se ha dado en otras ocasiones, como Shangái y otros sitios chinos de esos.

Madre mía. Tengo que remontarme, concentrarme y recordar ahora Derecho Público para responderles y que me dejen tranquilo.

Solución:

– No es lo mismo -ya con un tono de resignación.

Me temo que la caña va a ir por estos lares.

– ¿Por qué no?

Ya está, confirmado. Adiós a despejarme. Si me hubiese quedado con la plancha por lo menos lo habría terminado.

– No soy experto en Derecho Internacional Público (me remito a lo expresado anteriormente para describir sus caras), pero Shangái y «los otros» (entrecomillo con los dedos) eran colonias. El derecho de autodeterminación, si no recuerdo mal, se prevé como justificado en caso de colonias y de aquellos casos en los que una etnia y tal esté perseguida- digo mientras busco confirmación en el móvil a través de Google. – En el caso de Cataluña, no se da. Luego pueden hacer lo que quieran, pero amparado no está – les digo mientras les enseño el navegador con los resultados de mi búsqueda que confirman, de una manera mucho mejor explicada y concreta, mi alegato.

– Pero la democracia se basa en votar.

– Cierto, pero dentro de unas normas. Se fijan unas normas entre todos -en este caso nuestra Constitución- y se vota siempre con respeto a esas normas. Si no se respetan, es ilegal.

– Pero es que el Gobierno no les iba a dejar, así que a lo mejor han hecho bien en hacerlo así, porque si no podría ser una especie de opresión, ¿no?

– No. Si una ley o un acto del Gobierno son ilegales o limitan o impiden los derechos humanos, pueden acudir incluso a órganos supranacionales a los que España debe obediencia. Europa, sin ir más lejos.

– ¿Y que el Gobierno haya mandado a los jueces y fiscales a detener a los políticos? ¡Menuda imagen estamos dando!

– En España hay división de Poderes -parece mentira que tenga que explicarle esto a un licenciado. Este país es así: si tú no sabes qué forma y utilidad tiene una bujía, eres motivo de burlas, pero si no sabes qué es y en qué consiste la separación de poderes puedes llegar a nuestro Parlamento-. Esa división asegura la independencia de los mismos, y uno de ellos es la Justicia, la cual desarrollan los Jueces y Tribunales. Si la norma dice que tienen que hacer esto o lo otro ante un ilícito ya previsto y penado, no tienen que esperar a que se lo ordene ningún Gobierno. Es su obligación cumplir con ello. Y eso es lo que están haciendo. Si vas a 180 km/h por la autovía, o das 1,5 gr de alcohol en sangre, te detienen, te llevan ante el juez y declaras. No hay ningún Gobierno ni mano negra detrás. Si hay indicios de delito al continuar con una actuación prohibida y comunicada expresamente por un Tribunal, el Juez que esté de guardia ese día, o al que le haya llegado la denuncia, tiene obligación de iniciar la investigación. Y las detenciones, salvo causa justificada, duran 72 horas como máximo. Todo el cauce se ha respetado. Otra cosa es que quieras usarlo como arma arrojadiza para intentar dar la imagen de pobrecillo y crear mártires de cara al extranjero, con la única finalidad de provocar la simpatía y que te reconozcan como Estado, ya que sabes que nadie te reconoce como tal y así es inútil un acto unilateral de independencia….

– Pero esto no se soluciona judicialmente, sino hablando, políticamente.

– Bien, pues cambia la ley. Mientras la ley diga que en estos casos se detiene, acusa y demás, los jueces están obligados. Cambia la ley para que no sea perseguible judicialmente, y ya está. Pero no hagas demagogia.

¡Qué mal sienta que leas digas lo que no piensan, que les justifiques en contra, ¡y que les digas que hacen demagogia! Y da igual que le saques la definición de demagogia del DRAE, wikipedia, les enseñes ejemplos de Google (que tiene más reconocimiento de imparcial que nuestros jueces, salga lo que salga)…

Y así, entre lloros de las niñas, el referéndum por todos los costados, gente dislocándose el cuello para confirmar peregrinas ideas, y sin ropa para mañana me pasé el único domingo que se planteaba tranquilo e idílico antes de que se termine el referéndum y comience el «problema catalán».

Lo que viene ahora sí es grave, y ya no creo que nos queden ganas a ninguno para el «oktoberfest».